Habría apenas cinco en toda la ciudad. Datan del último cuarto del siglo XIX o principios del XX, lo que las convierte en las construcciones más antiguas después de la Parroquia Santa Rosa de Lima. Sin embargo, no figuran entre las más reconocidas por los bragadenses.
Por Leonel G. Avila
El desconocimiento, la adrenalina propia de lo cotidiano y/o el despiste, son a menudo los principales factores por los que tendemos a ignorar aquellos espacios de importancia, ya sea en lo cultural o netamente histórico. Afortunadamente, aún perduran en Bragado cientos de edificaciones de gran antigüedad e importancia, pero pocos son los que se detienen a apreciarlas, a indagar sobre sus orígenes y menos aún los que luchan por evitar que el afán por lo nuevo termine derrumbándolas. Es en este marco que actualmente existen cinco construcciones “olvidadas” del último cuarto del siglo XIX o principios del XX, lo cual las convierte en las más viejas de toda la ciudad luego de la Parroquia Santa Rosa de Lima. ¿Cómo darnos cuenta? No tienen ochava.
Complicado es conducir cuando nos topamos con vehículos estacionados en las esquinas que nos obstaculizan la visión. Imagine cuanto peor sería el panorama si además todas las propiedades ubicadas en dichos sectores no dejaran “libre” un espacio triangular, de manera que podamos ver quién viene del otro lado. Esos son los que llevan el nombre de “ochava” o “chaflán”, y los que en definitiva terminan evitando muchos accidentes.
Sería impensable en la actualidad construir obras sin ochavas en las intersecciones de calles, no sólo por la cuestión lógica antes descripta, sino también porque así lo exigen el Plan Regulador vigente desde 1979 y el nuevo Código Urbano Ambiental que desde 2010 espera ser convalidado por la Provincia. Es obligatorio que las edificaciones respondan a la “línea municipal de esquina”, cuya traza debe ser perpendicular, a tres metros de la bisectriz del ángulo formado por las “líneas municipales” de las calles concurrentes.
Sin embargo, no siempre fue así. Hasta principios del siglo XX, Bragado se caracterizó por tener mayoritariamente construcciones con ángulos rectos en las esquinas. Basta que miremos fotografías de la época para que podamos comprobarlo. ¿Cuándo se produjo el cambio? En las décadas de 1900 o 1910, entre las gestiones comunales de Andrés Macaya y Antonio Luchini, momentos en que comenzó a evidenciarse un notorio crecimiento del número de ochavas y posiblemente haya existido alguna ordenanza que las transformara en obligatorias, en el marco de las políticas de “modernidad” y “progreso” propias de la época.
Fue Bernardino Rivadavia quien popularizó en la Argentina las ochavas, no como presidente, sino como ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires. En Europa ya eran comunes desde la Edad Media (algunos sostienen que habrían sido impulsadas por el Papa Sixto V), por lo que no es casualidad que Rivadavia haya decretado en 1821 que todas las esquinas porteñas debían tener chaflán. Recordemos que el modelo europeo estaba muy arraigado en las autoridades de la época.
El motivo de la imprescindibilidad de las ochavas es sencillo: facilitan la visión en los cruces de calles tanto a conductores como transeúntes, y dificultan los atracos (antiguamente los ladrones solían aprovechar las esquinas con ángulos rectos para esconderse y aparecer por sorpresa).
Entonces, ¿por qué demoraron tanto en llegar a Bragado? Es comprensible que tratándose de una ciudad fundada en 1846, los chaflanes no serían una prioridad hasta tanto creciera el número de habitantes, que la estilística urbana pasara a ser objeto de interés de la comunidad y que aumentara el número de vehículos (ya sea a tracción a sangre o mecanizado). Además, vale recordar que la ochava implica que los propietarios deben ceder parte de su terreno, lo que difícilmente querrían hacer cuando aún no existía una norma que lo exigiera.
Bragado continúa siendo hoy una ciudad con gran cantidad de construcciones antiguas, pero la mayoría son “nuevas” en comparación con las que no tienen ochava. Es que prácticamente ya no existen, dado que en toda la ciudad se contabilizan cinco: en la intersección de las calles Ameghino y Laprida (fue remodelada hace muy poco); en Macaya y Remedios de Escalada (donde funciona la “Cochería Caminos”); en Brandsen y Avellaneda; en la esquina de Alem y Santa Rosa; y en la confluencia de las calles Brandsen y Remedios de Escalada. En general, no son esquinas que tengamos muy presentes cuando pretendemos analizar la historia, ya sea por su ubicación alejada de la zona céntrica o porque suelen tratarse de viviendas particulares. Sin embargo, es momento de que comencemos a prestarles la atención que merecen, teniendo en cuenta que constituyen las edificaciones más viejas (después de la Parroquia Santa Rosa de Lima), junto con otras pocas ubicadas a “mitad” de cuadra en diferentes puntos de la ciudad.
La historia local les debe a las esquinas sin ochava mayor reconocimiento, así como los gobernantes debieran concederles más protección. Egoístas seríamos si priváramos a las futuras generaciones de la posibilidad de conocer el Bragado del siglo XIX y principios del XX, tal como nosotros pudimos hacerlo a través de construcciones como éstas. Bueno sería entonces que el Departamento Ejecutivo o el Concejo Deliberante dictaran una norma que las resguardara de demoliciones u otro tipo de alteraciones que pudieran sufrir.