Meses antes de que abriera el coloso en Bragado, el tenor hirió accidentalmente con una espada a un compañero de elenco.
Por Leonel G. Avila
leonel.avila@hotmail.com
En el marco de la investigación que venimos llevando a cabo desde hace meses con motivo del centenario del Teatro Florencio Constantino y la actual reinauguración del edificio como un Centro Cultural; hoy difundimos algunos fragmentos de la carta que el mismísimo tenor escribió a Miguel de Unamuno, el 10 de agosto de 1912. Se trata de un importante documento en el cual se detalla el episodio que trajo bastantes dolores de cabeza a nuestro homenajeado, meses antes de que inaugurara en el Constantino en la ciudad.
Es sabido que la historia no cuenta todo. Se trata de una interpretación (generalizada o no) de lo que acontece, resaltando aquello que para su criterio amerita la perpetuación en el tiempo y el recuerdo de una comunidad. Es así como muchas cuestiones pasan al olvido, sólo perdurando a través de la memoria de algunos o en documentos poco frecuentados. Pero muchas veces resulta interesante ir más allá del relato histórico, para tener una mayor comprensión de los hechos y hasta conocer con más profundidad a quienes los protagonizaron.
Ese mismo interés por saber de Florencio Constantino como hombre, sumado a la necesidad de reunir mayor información acerca del teatro que inauguró en nuestra ciudad; fue lo que motivó toda una investigación que ya ha dado sus frutos. Hemos hallado una serie de cartas y postales enviadas entre 1905 y 1915 por el mismísimo tenor vasco a Miguel de Unamuno, su amigo. Todas por demás interesantes.
Así, por ejemplo, pudimos conocer que Constantino admiraba al “maestro” Gioacchino Rossini, pero que disentía sobre su concepto de qué debe tener un cantante. También se refirió al éxito logrado y comentó los distintos viajes que emprendió en Europa y América.
Pero lo más interesante se encuentra en la carta escrita por el tenor el 10 de agosto de 1912 desde Nueva York (Estados Unidos). Allí no sólo mencionó al coloso que estaba construyendo en Bragado, sino también al lamentable episodio en el que se vio involucrado en Nueva Orleáns y que, en consecuencia, retrasó sus planes: durante la obra “El Barbero de Sevilla” hirió accidentalmente con una espada a su compañero Giuseppe Gravina, causándole un derrame cerebral. A continuación, los fragmentos más importantes de la carta:
“Sin duda que también a la vetusta Salamanca -lugar donde se encontraba Miguel de Unamuno- habrá llegado el clamor de la prensa indiscreta con la noticia del suceso desgraciado ocurrido en la Ciudad de New Orleans, durante la representación del Barbero de Sevilla y claro que Vd. pensaría pero que diablos se trae el bueno de mi paisano para pretender un asesinato? […] Simplemente se trata de una desgracia que me ha costado un sinnúmero de desazones y un buen puñado de dollars […].
Estaba yo impresionado por los aplausos de la concurrencia que llenaba las localidades del Teatro y me posicioné completamente de mi papel. En cambio mi compañero, el bajo, se encontraba influenciado por algo extraño que lo tenía alejado de cuanto en el palco escénico ocurría. Debía yo fingir una estocada a Don. Basilio, que éste, hábilmente, desviaría haciéndome ir en vacío sobre la pared. […] Lánceme pues, sin sospechar el estado de mi víctima y por más que la desconfianza me hizo señalar lo más alto posible, la inmovilidad del actor, me hizo que lo hiriera sobre el párpado del ojo izquierdo. Quedó rígido y yo anonadado. Tuve fuerzas, llamando a mi voluntad, de acabar el acto, dando bríos a mis compañeros, que también se impresionaron pero así que hubo acabado éste y pensando que mi compañero habría dejado de existir sufrí una excitación nerviosa que me llevó a suspender la representación. El público y la Prensa local hízome demostraciones de simpatía, pero no fueron suficientes para que durante varios días y hasta tanto no supe que el enfermo estaba fuera de peligro pudiera volver a la normalidad. Resignado no tuve otra preocupación que poner el mejor esmero en que se facilitasen al herido los mayores cuidados y la mejor asistencia médica.
[…] Ahora, con la curación de Gravina ha vuelto mi tranquilidad y nuevamente me dispongo a continuar mis tareas, comenzando por la inauguración del Teatro que estoy construyendo en el Bragado, Argentina, para donde me embarco el próximo día 20 […]”.
Sin duda, la carta constituye un valioso documento que no sólo nos permite conocer y aclarar el lamentable accidente en el que Florencio Constantino y Giuseppe Gravina se vieron involucrados, sino que además nos plantea la posibilidad de que si no hubiese ocurrido quizás nuestro Teatro (hoy reconvertido en un Centro Cultural) hubiera sido inaugurado antes del 25 de noviembre de 1912, como finalmente sucedió.