Su sala y acústica lo han transformado en uno de los teatros más importantes de Latinoamérica. Pero los remates, derrumbes, inundaciones y la mala administración de algunos, han hecho de su historia un verdadero drama.
Por Leonel G. Avila
Un amor que se ganó a golpes. Esa es quizás la frase más representativa de los 100 años de historia que cumple el Teatro / Centro Cultural Florencio Constantino y su entrañable relación con los bragadenses. Se trata sin duda de uno de los sitios más representativos y queridos de Bragado, pero nada ha sido gratuito sino a base de constantes dificultades y el enorme esfuerzo de quienes lo sostuvieron a lo largo del tiempo. Fue una belleza arquitectónica en sus inicios, una ruina en el ’79 y un proyecto casi inalcanzable durante 33 años. Hoy el Constantino vuelve a maravillar a la ciudad, por lo que dependerá de nosotros que así continúe.
Si bien el Constantino fue inaugurado hace exactamente 100 años, sus orígenes datan del 20 de junio de 1911, momento en el que el tenor vasco adquirió parte del terreno y edificio del Club Social para edificar en su lugar un teatro. Florencio quería retribuir a Bragado por haberlo acogido durante 6 años y además porque aquí nacieron sus 4 hijos.
Tras un año de construcción, el coloso fue inaugurado en partes. Es que excedía sus funciones teatrales; dentro había un restaurante, una confitería, un sótano para patinar y hasta un salón de billares. También en su interior se encontraba la nueva sede del Club Social, cuya apertura trascendió el 12 de noviembre de 1912; tenía 16 dependencias y un salón para bailes y recepciones.
De todas formas, la fecha clave fue el 25 de noviembre de 1912, día de la inauguración formal del Teatro Florencio Constantino. “Todo el pueblo se congregó aquella noche en el nuevo coliseo y de pueblos vecinos acudieron también muchas personas, para aplaudir a aquel artista que ha sabido corresponder su hospitalidad a la República Argentina”, publicó al respecto la revista “La Baskonia” el 10 de diciembre de 1912. También el diario “La Nación” se pronunció al respecto: “Después de ejecutar la orquesta el Himno Nacional, hizo uso de la palabra el Secretario de la Municipalidad, Sr. Enrique P. Maroni quién elogió la obra del Sr. Constantino y resaltó que un centro dedicado a cultivar el arte también es una escuela donde se educa al pueblo. El número de las localidades vendidas ascendió a 2100. Como acto social ha sido un espléndido acontecimiento jamás igualado en Bragado. Se presento la ópera ‘La Boheme’”.
“El Teatro Constantino es del mejor gusto moderno, amplio, elegante y bien distribuido. En Buenos Aires ocuparía un lugar descollante” decía “La Baskonia”. Las butacas, sillas, la tapicería y el telón de boca, habían sido traídos por Constantino desde Nueva York en agosto de 1912.
Pero las dificultades no tardaron en llegar. Hacia 1913 y 1914 las constantes lluvias inundaron el subsuelo, motivo por el cual fue abandonado.
Otro de los grandes problemas que afrontó el Teatro fue la imposibilidad de sus dueños de mantenerlo en el tiempo. A fines de 1915 Florencio Constantino dejó de enviar el dinero de la hipoteca, posiblemente por la difícil situación económica que atravesaba y la imposibilidad de continuar saldado su deuda con el Banco Hipotecario Nacional; el resultado: el 6 de junio de 1916 fue rematado. Lo compró Ángel Chiesanova, aunque por falta de pago tres años más tarde lo perdió. Así, el Constantino pasó a manos de Rosalía Udri de Pagés en 1921, quien lo transfirió a la sociedad “Teatro Constantino” (conformada por Francisco Deffis, Alejo Bastourre y Manuel Salcedo). Los remates no cesaron hasta que Alberto Ossemani tomó la iniciativa de hacerse cargo, y tras muchos años, la Municipalidad de Bragado.
A la difícil situación antes expuesta se le sumó, en 1930, el derrumbe del escenario por una tormenta. El Teatro permaneció cerrado por unos meses, hasta que Ossemani decidió reabrirlo a lo grande: incorporando funciones de cine.
Poco a poco el Constantino fue recuperando su esplendor, pudiéndose observar claramente en la envergadura de los espectáculos de los que fue sede. Tal es así que en la larga lista de artistas que pasaron por su escenario, se encuentra ni más ni menos que Carlos Gardel, el 6 de mayo de 1933.
Tras años de recuperación y ya habiéndose consagrado como uno de los teatros más importantes del país, a las 17hs del 19 de enero de 1979 se derrumbó el ala derecha del frente del edificio. Las autoridades determinaron que por resultar “peligroso” debía ser demolido, aunque afortunadamente existió una comisión de “Amigos del Teatro Constantino” que pudo evitarlo.
Desde entonces la historia es conocida. Treinta y tres años de espera para ver al Constantino nuevamente terminado, con escuetos avances en pocas gestiones de gobiernos comunales.
El 30 de agosto de 1987, Ricardo Ienco tomó la excelente iniciativa de reabrir el Teatro. Pero aún distaba mucho de estar concluido, por lo que las obras continuaron durante la gestión de Orlando Costa con la construcción del entramado de vigas del segundo y tercer piso, la refacción de la Sala Dómine, la construcción de un nuevo escenario en la sala principal y distintos trabajos de mantenimiento. Siempre amparados por el proyecto de los arquitectos Niel, Elizondo y Brizuela, aprobado por la Municipalidad de Bragado en 1980.
En 2007 las expectativas resurgieron, ya que el por entonces intendente Costa presentó un nuevo proyecto de “Complejo Cultural” de viable realización. El término de su mandato y la posterior asunción de Aldo San Pedro hicieron que la propuesta quedara encajonada, pero desde 2009 se creó en su reemplazo otra distinta, ideada por Gustavo Páez.
Así, tras el enorme impulso del actual Intendente Municipal y el apoyo financiero de la Nación, finalmente el viejo anhelo de ver concluido al Centro Cultural Florencio Constantino se hizo realidad. Terminó la lucha por concretar el proyecto, pero hemos iniciado una nueva etapa quizás tan difícil como la anterior: la de preservación.