Si de encuentros “raros” se trata, no podemos omitir el día que nuestro querido vecino barrial José tuvo una agradable (aunque desafortunada) charla a la orilla del Río Calmo.
José era uno de esos bichos raros que todo el mundo conoce, ese tipo de personas que parecen haber resuelto el elixir de la vida. José era pescador, vivía pescando, la pesca era su sustento económico, su rutina, su vino y su pan. No creo en casualidades, el Río que a tan pocas cuadras se encuentra, ese al que José concurría solemnemente todos los días, el nombre de ese Río era “Calmo”, como José. Quizás por esto mismo aquel pobre personaje de cuento se cruzó con él. Quizas por eso también se hizo uno con el Río.
Era una mañana cualquiera, José se puso las botas mientras preparaba el equipo de mate, salió a la calle, acarició el gato de la Sra. Sánchez y caña al hombro partió hacia el Río, llegó a su sitio preferido e hizo lo de siempre. Habrían pasado al menos unos 45 minutos desde que había llegado, se encontraba solo (como siempre) y él no era una de esas personas que hablaran solas, o al menos eso parecía.
- Muy buenos días. Sepa disculpar que venga a molestarlo. Me gustaría sentarme a hablar con usted, si no es mucha molestia. Mi nombre es Drácula.
- Si amigo, ¡vení sentate! Dale que todavía no tomo ni un mate. ¿Me imagino que tomás amargo no?
“Sí”, “amigo”, “vení”, eran palabras que los oídos de Drácula no habían podido deleitar mucho, pues por lo general lo que dicen al verlo es: “no”, “monstruo”, “vete”.
- Muchas gracias, sepa disculparme otra vez y gracias por no asustarse, lo he estado observando desde hace ya mucho tiempo y no puedo entender una cosa.
- Decime, ¿Qué cosa no entendés?
- ¿Cómo puedes venir aquí todos los días? A veces ni siquiera pescas, te mojas y enfermas, aunque dos o tres personas te llamen iluminado la mitad del barrio te llama loco y me imagino que ya sabes lo que dicen los niños, ellos sí son muy crueles.
- Jajajaja, sí lo sé, supongo que es este lugar lo que me hace venir, no espero que nadie me entienda, esto me hace feliz, por lo que decidí hacerlo cada vez que pueda, no hay otra explicación.
- Envidio a ustedes los humanos. Ustedes pueden amar.
- ¿Y vo’ no podé’?. Pregunto José.
- Si lo hice, pero cuando era humano.
- ¿A claro, pero ahora es Drácula no?.
- Siempre fui Drácula, ese es mi nombre.
- ¿Y entonces?.
- Vera, se lo voy a explicar en otros términos, antes era Drácula igual que ahora, pero ahora soy inmortal. Nosotros los “monstruos” los llamamos a ustedes seres primitivos, involucionados, cuando son los únicos que realmente pueden morir, sin que los maten obvio.
- No entiendo, ¿eso que tiene que ver con amar o no amar?.
- Perdón, sigo explicando. La muerte no es algo tan terrible como le pintan. Todo reside en el valor que le damos al tiempo. Si hablamos de economía esto se podría explicar con la Oferta y Demanda. Entre menos tiempo tienes más valor le das. Nosotros tenemos tiempo de sobra, no le damos mucho valor, apuesto a que como yo ninguno de mis compañeros contamos las horas, ni los días. Ustedes en cambio saben que su tiempo es limitado y eligen pasarlo con las personas que quieren. Eso, para mi es el amor. Darle a alguien lo más preciado que un ser vivo pueda tener, su tiempo, es decir, su vida.
- Creo que entiendo lo que quiere decir.
- Genial, ahora que entiende mi punto de vista necesito volver a formularle mi pregunta. ¿Por qué viene todos los días aquí? ¿Acaso usted no ama a nadie? ¿Acaso su tiempo no tiene valor? ¿Qué tiene de especial este lugar que usted no encuentra en ningún ser humano?.
- Mmm…- Dijo entre labios José mientras miraba el Río.- Supongo que lo amo. Usted no me respondió ¿Toma amargo?.
- Con un chorrito de sangre por favor.
- ¿Perdón?.
- Era solo una broma, deme un amargo. No entiendo como es que usted puede amar algo mas que a alguien, mas que a usted mismo.
- No lo se, cada vez que vengo aquí me siento pleno, cómodo, aquí tengo una paz que no encuentro en ningún otro lado o ser humano, me llevo bien con el gato de mi vecina, pero luego no tengo muchos amigos y eso se debe a mi propia elección.
- Ya veo, así que planea hacerle el amor al Río-. Dijo entre risas Drácula.
- Se podría decir que si, si amor es tiempo, hacer el amor debe significar dedicar ese tiempo ¿no?.
- Pues si, perdone mi descortesía.
- No te disculpes crack, es solo una charla entre hombres.
Charlas entre hombres, a veces tan insípidas y poco imaginativas pero esta vez tan incisiva, tanto que despertó las voces interiores que habitaban en la mente de José.
- ¿Estaré loco?. Dijo José frente al espejo.
- Claro que lo estas, no hablas con nadie y solo salís para ir al Río. Dijo su reflejo.
- ¿Y vos que opinas?. Pregunto José a su escoba.
- Y amigo… No hablas nunca y hoy hablaste con Drácula. Contesto burlona la misma.
- Por Dios, ¿y ahora que hago?.
- Claramente nuestro reflejo tiene razón, estas depresivo, ve al Río, eso siempre te hace sentir bien. Escucho decir al inodoro.
José se encontraba ahí, mudo, admirando la calma del gran charco. El reflejo de la luna en el agua empapaba sus ojos que abiertos y llenos de paz evitaban cerrarse.
La noche era silenciosa, tanto que se podía escuchar como José hablaba solo y mirando hacia adelante.
José se desnudó y camino hacia el horizonte, repleto de felicidad y paz.
Si hacer el amor es dar tiempo y el amor correspondido es fundirse el uno con el otro, eso fue lo que hicieron José y el Río. La policía aun no a dado con su paradero, pero todos sabemos que fue lo que paso, José y el Río se hicieron uno, quizás por eso, es que desde ese día el Río esta mas calmo que nunca.