Los tiempos cambian: mientras en el pasado sancionaba una ordenanza donde castigaba a los ciudadanos que no embanderaran sus casas, en la actualidad se trata de una mera invitación.
Por Leonel G. Avila
leonel.avila@hotmail.com
Desde el año pasado ha quedado en evidencia las intenciones de la Municipalidad de Bragado de que nuestra ciudad reciba cada fecha patria con un clima festivo y embellecida con los colores de la bandera nacional. En el 2018 invitó a que los vecinos embanderaran sus casas y ahora vuelve a impulsarlo con una campaña un poco mayor, la cual incluye la publicación de publicidades alusivas en sus redes sociales oficiales y en algunos medios de comunicación. Como es lógico, se trata de una mera sugerencia, aunque no siempre fue así ya que, curiosamente, hace más de 80 años existía una ordenanza que lo fijaba como una obligación y estipulaba multas para los incumplidores.
No somos pocos los que vemos con agrado cuando un vecino elige colocar la bandera argentina en su vivienda. Emana un espíritu de argentinidad que reconforta, e incluso muchas veces termina motivando a que otros también lo hagan. Es lindo verlo y sería muy positivo que realmente se extendiera en toda la comunidad. No obstante, la decisión de hacerlo, o no, está sujeta a las ganas y el bolsillo (no todos pueden comprar una bandera) de cada uno; es algo que tiene que nacer de nosotros mismos, porque de lo contrario sería algo forzado, sin sentido. Nos pueden sugerir o invitar, pero no exigir…
Lo interesante de conocer la historia de Bragado es que siempre nos encontramos con curiosidades: algunas positivas, otras negativas y también están las que hoy resultan tragicómicas. En ese último grupo podemos encontrar una del año 1937 acerca de una ordenanza sancionada por el Concejo Deliberante en la que obligaba a que todos los ciudadanos embanderaran sus comercios, viviendas y empresas para el 25 de mayo, ya que de lo contrario les recaería una multa significativa para la época.
“Como todo el país lo sabe –ya nadie lo ignora-, Bragado deberá aparecer el próximo 25 de mayo, completamente embanderado –por primera vez en la historia- merced del decreto dictado por nuestros ediles, que va abonado con la amenaza de una multa de diez pesos al que se resista a demostrar su ´patriotismo´ con una bandera azul y blanca flameando en el frente de su edificio”, publicó el diario El Censor en su edición del 15 de mayo de 1937. Tal decisión podemos enmarcarla en el deseo que tenía el Estado de estimular un espíritu patriótico en la joven Nación y la mayor efusividad con la que se vivían las fechas patrias en aquellos tiempos. Sin embargo, más allá de las buenas intenciones que seguramente tuvieron los concejales, la obligación que impusieron en la población resulta totalmente descabellada para los tiempos actuales, pero también excesiva para esos años.
“Es este un pueblo cultísimo y progresista que no tiene derecho a que se le exija y amenace, sino que basta para demostrar su patriotismo, la insinuación sincera de los hombres que rigen sus destinos. El espíritu de los pueblos se levanta con algo más que con mediocres decretos”, dijo El Censor en 1937 sobre el asunto. Las fuertes palabras del diario bragadense sólo demuestran una mínima porción de la gran polémica que generó en ese tiempo la mal llamada ordenanza “patriótica”, ya que las críticas se hicieron visibles también en las radios y diarios nacionales: por ejemplo, Juan José de Soiza Reilly (uno de los máximos referentes del periodismo de aquel entonces) dijo que la medida constituía un desprecio para los habitantes de Bragado y un escarnio para el verdadero patriotismo.
Afortunadamente, hemos aprendido de esa experiencia. La Municipalidad de Bragado ya no exige que embanderemos nuestras casas, sino que nos invita. Dejó de ser una imposición para transformarse en lo que debe ser: una sugerencia. En ese marco, resulta oportuno darle la razón a El Censor, ya que en 1937 dijo: “lo que se hace por la fuerza, lo que se obliga a cumplir bajo una amenaza, no tiene más valor que el momentáneo; en cambio, lo que se hace con espontaneidad, porque así lo dice nuestro corazón, es perdurable y elocuente en cada manifestación de esa naturaleza”.