Por Victoria Pambianco
Está comprobado que muchas de las consecuencias de la crisis climática no podemos mitigarlas; suceden y son, lamentablemente, inevitables. Entonces… ¿cómo atravesamos esta crisis?
La adaptación al cambio climático, hoy, tiene que ser una política ambiental básica e indiscutible.
¿Cómo evitamos daños mayores?
Saber cómo nos va a responder la naturaleza ante tanta explotación y desmesura en nuestra relación con ella es difícil, no es predecible.
Estar preparados para enfrentar la crisis climática y ecológica es indudable y debemos aplicar medidas de adaptación para evitar mayores problemas.
Es necesario y urgente invertir en infraestructura y obras haciendo hincapié en los sectores populares o periféricos, ya que son quienes padecen estas consecuencias con mayor frecuencia e intensidad. Entender nuestro entorno y prepararlo para una futura inundación, ola de calor o cualquier evento climático con potencial de destrucción.
Actualmente es el caso de Pakistán. Si bien en esa zona existe un fenómeno anual que sucede cada verano con días nublados, humedad, precipitaciones y tormentas eléctricas (llamado el monzón) este año esta misma zona logró supera temperaturas por encima de los 45°C. La meteoróloga Nora Massa afirma que éste no es un monzón ordinario.
Pakistán solo contribuyó el 0.4% de las emisiones totales de gases desde 1959 y es el octavo país más vulnerable del mundo (carbono.news). Los países más ricos deben obligatoriamente asumir la responsabilidad en la crisis climática que estamos atravesando globalmente y financiar a los países que menos contaminan y sufren las consecuencias más graves para mitigación y adaptación a la misma.
En lo que a nuestra ciudad respecta, contar con un código urbano ambiental actualizado que funcione como foto de nuestros espacios y realidades, nos facilita entender dónde estamos parados y en qué puntos hacer foco directo para generar estas medidas de adaptación, si no vamos a seguir lamentándonos cuando de repente tengamos periodos de precipitaciones fuertes y nuestros vecinos y vecinas se inunden, perdiendo todo, para después tampoco contar con respuestas ni soluciones. Si la solución no se resuelve de raíz el problema va a seguir.
Creo fehacientemente que quien milita y activa la causa social debe, por defecto, militar la causa ambiental. Son dos tópicos que, si bien es posible tratarlos por separado, es inevitable disgregarlo uno del otro en cuanto a justicia se hable.
La realidad en la que estamos inversos nos muestra una cara innegable: la crisis ya está presente. Ya no alcanza simplemente con ser conscientes respecto a la crisis climática; necesitamos acción y respuestas, tenemos que actuar de la manera que sea para generar los cambios que tanto necesitamos y anhelamos para estar en un ambiente sano que nos garantice un presente y un futuro. Ese tiene que ser nuestro horizonte también: luchar y mantener un presente habitable y un futuro para las generaciones venideras.
Entonces, justicia social es justicia ambiental por eso mismo; los sectores más vulnerables son los principales afectados por la crisis climática, lo vemos siempre que cualquier evento climático sin precedente o potenciado por el calentamiento global se hace presente. Ahora lo vemos en Pakistán, pero puede suceder en cualquier lugar y cada vez con mayor frecuencia.
De esta manera creo que todos tenemos que estar inmersos en esta realidad que hoy nos insta pensar en el bien común y beneficiar a las mayorías.
Fijarnos un horizonte clave, claro y conjunto es el primer punto de partida para, colectivamente, lograr de a poco los cambios y el mundo que queremos.