A 14 años de la peor experiencia, la realidad volvió a mostrarnos lo indefensos que estamos. Consecuencias del clima, el “embudo” y la falta de obras.
Por Leonel G. Avila
@Leonel_Avila (Twitter)
Si bien la alarma ha disminuido, desde hace varios días la ciudad y el partido de Bragado atraviesan momentos difíciles que, de agravarse, podrían poner en riesgo su continuidad. Una vez más, las grandes lluvias que cayeron en la zona, las obras nunca realizadas y la enorme cantidad de agua que llega de varias cuencas, generaron un panorama preocupante y con duras consecuencias para todo el territorio, pero fundamentalmente para las localidades rurales. Salvando las distancias, la situación casi se transformó en un “déjà vu” de lo ocurrido en 2001, dejando en evidencia lo indefensos que estamos.
Mucho se habló en estos días sobre las inundaciones. Lo concreto es que se trata de un lamentable fenómeno que viene afectando a parte importante de la provincia de Buenos Aires, y del que nuestra región no ha podido escapar. Lo sufre Luján, pero también en menor medida Bragado, Nueve de Julio, General Viamonte, Alberti y otros tantos lugares de la zona que ven cómo el agua avanza sobre los campos con todo tipo de consecuencias: desde pueblos aislados hasta el descarrilamiento de un tren.
Varios son los factores que confluyen en la realidad que hoy padecemos. No caben dudas de que por nuestra culpa el clima está cambiando, pero también es cierto que durante décadas no se realizaron las obras necesarias para palear una situación que cada vez ocurre más seguido y con mayor grado de peligrosidad. Es una gran deuda de los respectivos gobiernos municipales, del provincial y del nacional, pero también en mayor o menor medida de las distintas gestiones precedentes, ya que el problema no es nuevo.
Centrándonos en Bragado y, de acuerdo a lo expresado por el Secretario de Asuntos Agrarios, en lo que va del 2015 ocurrió una situación inédita: llovieron 900 milímetros cuando el promedio histórico anual ronda en los 1.050 y aún faltan las precipitaciones de primavera. Frente a este panorama, mucho ayudó el alejamiento de las tormentas, pero todavía no deja de ser preocupante por una razón que la Mesa de Enlace resumió en pocas palabras: “entra más agua de la que sale”. Justamente, nuestro Partido funciona como una especie de “embudo” de distintas cuencas que llegan a través de los canales Mercante, La Sofía y San Emilio. “De los tres principales que vienen a la laguna municipal, el que más agua trae es el San Emilio, con un caudal cinco veces más grande que la capacidad para el que fue diseñado. Después el agua se conecta con el ‘Canal de Vinculación’ que pasa por la orilla de la ciudad y que está totalmente desbordado, luego llega a la ‘Laguna del Parque’ y de ahí toma dos caminos: la ‘Cañada de Saladillo’, que desemboca en el Río Salado, y el canal ‘República de Italia’, que sale a Alberti”, explicó Nicolás Fernández Llorente, presidente de la Sociedad Rural de Bragado.
Mal que nos pese, las inundaciones no son nuevas para el partido de Bragado, como tampoco la lucha para evitar que avance sobre la ciudad. Ya en 1914 las crónicas de la época advertían del grave problema, repitiéndose cada cierta cantidad de años. Muchos son los que recordarán lo ocurrido en 1993, en 1998 y en el 2000, pero nunca la gravedad fue tan grande como la del 2001 cuando, en medio de una crisis económica, el 80% del territorio quedó bajo el agua. “Nos estamos ahogando sin poder salir” y “estamos en la peor inundación de la historia”, fueron algunas de las frases emitidas por el entonces intendente Orlando Costa hace 14 años atrás, la primera en un intento desesperado de obtener respuestas del gobernador Ruckauf y la otra en una conferencia explicativa del dramático panorama.
Hoy, si bien no hemos alcanzado la magnitud del 2001, no son pocas las características que nos retrotraen a dicho momento. El agua avanzó en gran parte del territorio bragadense, inundando muchos caminos y aislando a varias localidades rurales. También ingresó en barrios de la planta urbana y nuevamente la Municipalidad debió “amurallar” la ciudad con un extenso terraplén de tierra. A esto se suma la reaparición de los camiones Unimog del Ejército para el traslado de personas en lugares intransitables y los diferentes trabajos que se realizan desde el Ejecutivo e Hidráulica provincial para mejorar la situación y cuidar lo poco que tenemos: los puentes y otras obras que resultaron averiadas.
“Este es un problema recurrente y lo hemos hablado con las autoridades desde la época de Costa hasta San Pedro. Hoy tenemos el agua al cuello, en las puertas de la ciudad y con los campos inundados. (…) Pedimos que las autoridades, los candidatos, los concejales y las instituciones tomen este tema como política de Estado. No puede pasar que Bragado sufra tanto”, sostuvo días atrás Fernández Llorente.
Injusto sería no reconocer la labor que viene realizando la Municipalidad de Bragado durante estos días tan críticos. Ha dado muestras de su interés por evitar que la ciudad se inunde y de resolver todo lo que está a su alcance, siendo el intendente San Pedro quien personalmente comanda las tareas sin dudar “embarrarse” cuando es necesario. Lo mismo se aplica al Comité de Crisis y a varios dirigentes opositores, como por ejemplo Vicente Gatica, que también dieron su apoyo. No obstante, la realidad indica que la falta de obras es uno de los principales causantes de la problemática. No hubo previsión ni trabajos de infraestructura que, realizados en tiempo y forma, podrían haber ayudado a evitar la situación. El Plan Maestro Integral de la Cuenca del Río Salado sigue sin realizarse y, pese a eso, no existieron demasiados reclamos más que unos pocos de manera esporádica. Es tiempo de que el panorama cambie y definitivamente se haga lo que hace falta. El clima cada vez se torna más peligroso y, siendo un “embudo”, es indispensable estar preparados.