Durante años fue uno de los parajes más activos del partido de Bragado, con una larga historia que data desde los tiempos de la campaña al desierto. Sin embargo, hoy prácticamente no queda nada
Por Leonel G. Avila
Hablar de Bragado no sólo implica referirnos a la ciudad cabecera sino también al partido homónimo del cual somos parte. Es decir que incluye a la extensa zona rural con sus respectivas 9 localidades y un importante número de parajes. Sin embargo, la migración de la sociedad hacia los medianos y grandes centros urbanos ha significado un duro golpe para gran parte de todos esos lugares del interior, al punto de colocarlos en riesgo de desaparición. Esa es la triste realidad que viven hoy territorios como el de Rauch Viejo, pese a su larga historia desde la campaña al desierto y de haber sido paso obligado y sitio de distracción para cientos de campesinos que transitaban en la zona.
Semanas atrás, nos adentramos varios kilómetros por los descuidados caminos de tierra del campo bragadense hasta llegar al Cuartel VIII, espacio donde se encontró el histórico paraje Rauch Viejo, al cual la tradición y el común hablar de la gente lo rebautizaron como “Raucho Viejo”. Lo hicimos en compañía de Ana Vaccarezza, quien se convirtió en la guía turística y una fuente de información valiosa.
Para decepción nuestra, poco a nada queda de aquellos años en que el lugar supo tener un boliche en el siglo XX y menos aún de los fortines “Los Ángeles” y “Rauch” del XIX. Sólo hay algunos vestigios que necesariamente deben ser acompañados de una investigación para poder entenderlos.
RAUCH Y LOS FORTINES
¿Por qué el paraje se llamó Rauch Viejo? En homenaje al militar prusiano-alemán Federico Rauch (1790-1829), conocido como “el Guardián de las Fronteras”, quien tuvo una activa participación en la campaña al desierto durante el siglo XIX. Durante sus últimos dos años de vida fue Comandante del Fuerte Federación que originó la ciudad de Junín, y su Regimiento de Húsares fue el que en 1825 liberó a Eugenio Del Busto (fundador de Bragado) del estado de cautiverio al cual había sido sometido desde los 6 años. A Rauch se le atribuye la frase “para ahorrar balas, degollamos a 28 ranqueles”, lo cual refuerza la polémica entre quienes lo cuestionan por haber asesinado indígenas y los que resaltan que de no haber sido por la campaña al desierto no existirían muchas de las ciudades que hoy tiene la Argentina.
De hecho, Rauch Viejo, al igual que Bragado, surgió como consecuencia de la instalación de fortines para expandir la frontera y evitar el avance de los malones. En su caso, se trataron de los fortines “Los Ángeles” y “Rauch”, el primero construido en 1846 por el Cnel. Eugenio Del Busto, mientras que el otro en 1858 por el Sargento Mayor Zoilo Palma. Entre ambos existió una distancia de 5 kilómetros.
Cabe agregar que el fortín “Los Ángeles” se encontró en las tierras que actualmente pertenecen Miguel y Esteban Vaccarezza, a un costado de una laguna. Tuvo la particularidad de contar con 50 hombres y un cañón, y en 1858 fue rebautizado con el nombre “General Lamadrid” en alusión a Gregorio Aráoz de Lamadrid, militar argentino fallecido un año antes, importante por su participación en las guerras de la independencia y por vencer a Rosas en Caseros. Hoy, ya no quedan rastros del fortín, aunque aún puede verse la gran loma sobre la que se ubicó en cercanías del agua. A modo de anécdota, Ana María Vaccarezza explicó que “había un paisano al que le habían contado que si se escarbaba se podían encontrar fusiles y otras cosas porque ahí hubo un cementerio de soldados”.
Similares son las condiciones en las que actualmente se encuentra lo que fue el fortín “Rauch” (durante algún tiempo llamado “Dos Hermanas”), aunque ahí la diferencia de altura se hace más notoria. Su construcción fue justificada “por ser el paraje más adecuado”, decisión comprensible si se tiene en cuenta que la altitud de esa zona se equipara a la que poseen las torres de la Parroquia Santa Rosa de Lima. Según información aportada por Ana María, propietaria del lugar, no fueron pocos los que allí encontraron boleadoras, monedas antiguas y puntas de flechas. Incluso el Museo Histórico Municipal de Bragado exhibe una serie de copas que pertenecieron a ese fortín.
AUGE Y DEBACLE
La historia de Rauch Viejo no concluyó con los fortines, sino que se acentuó en el siglo XX tras convertirse en un paraje muy frecuentado por los pobladores de la zona. Allí, entre las décadas del ’30 y el ’70, existió el boliche de ramos generales de “Pinoto” Caselli (más tarde heredado y vendido por su hija Hortensia), lugar donde hoy sólo queda un ladrillo entre medio de plantas. “Era un boliche todo de chapa con piso de tierra, aunque en los cuartos donde vivían ellos era de pinotea. Tenía dos mostradores en ‘L’, en uno de los cuales había un estaño donde tenían una bomba ‘sapo’. Ahí hacían el despacho de bebidas y al costado trabajaban como almacén. También tenía mesas para estar”, recordó Ana María Vaccarezza. Por su parte, Juan Pascualotto (yerno de Caselli), indicó que “había mucha gente en ese tiempo. Compraban ahí y también venían de noche a jugar al truco”.
Los bailes de “Raucho Viejo” eran famosos. Se realizaban en el boliche, con su clásica música de tango y gato. Ana María comentó que “en la parte de atrás habían hecho unos baldosones de cemento para la pista y, al costado, sobre unos cajones y tablones, se ubicaban los músicos”. ¿Quiénes eran? “Los Cogo, cuatro hermanos que siempre tocaban de oído porque ninguno sabía leer ni escribir. ‘Pichón’ y ‘Toto’ usaban el acordeón a piano, otro marcaba el ritmo con dos cucharas y otro hacía el sonido del violín con un peine y papel celofán, pero, como le daba vergüenza, estaba de espaldas al público”, agregó la mujer.
Tanta fue la concurrencia que tuvo el lugar que llegó a contar con un equipo de fútbol llamado “Raucho Viejo” e, incluso, no eran pocos los comerciantes que llegaban hasta allí y a los campos de la zona para vender sus productos o brindar servicios. Desde La Limpia iba un peluquero, de Máximo Fernández el carnicero Maccarini y desde Naón (Partido de Nueve de Julio) el galletero y cigarrero.
Otro lugar importante del paraje es la Escuela N°28 “Cnel. Federico Rauch”. Se trata de una de las pocas construcciones de la zona que se encuentran en pie y en buen estado gracias a la decisión de la familia Vaccarezza de continuar manteniéndola, pese a que está cerrada desde abril de 2013 por falta de alumnos.
En cuanto a la Ruta N°64 que pasaría por la zona… ni rastros. A principios de los ’70 el Estado provincial expropió los terrenos donde se realizaría, aunque nunca se la habilitó ni asfaltó. Con el tiempo, se retiraron los alambres y ahora esas tierras volvieron a ser parte del inmenso campo.
Hoy, el paraje “Rauch Viejo” se encuentra desaparecido y prácticamente sin ruinas. Sólo ha quedado su denominación, la cual pareciera encaminarse a sufrir el mismo destino. Es nuestro deber evitarlo y luchar para que la enorme historia allí transcurrida no se borre para siempre.