Luis Sansoulet fue una de las personas que lo robaron en 1963 en el marco de una acción de la Juventud Peronista. Su nombre también se encuentra plasmado en el pasado local como uno de los 7 desaparecidos bragadenses.
Por Leonel G. Avila
leonel.avila@hotmail.com
No son pocos los elementos u objetos de próceres argentinos que se conservan en los museos, cuya importancia es grande debido a que ayudan a contextualizarnos sobre los tiempos en que vivieron, aprender más sobre la historia del país, e incluso para recordarnos que fueron personas de carne y hueso. Sin embargo, hay uno que tiene un valor muy por encima de la mayoría: el sable corvo del General José de San Martín, ya que, según sus propias palabras, “me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud”. Se trata de una reliquia con un largo pasado, el cual llamativamente incluye un robo cometido por un bragadense, siendo uno de los desencadenantes para que ahora se encuentre resguardado dentro de un templete de vidrio blindado y posea una custodia permanente del Regimiento de Granaderos.
El sable corvo de San Martín es uno de los grandes símbolos de nuestra libertad. Son varios los retratos donde se lo observa en manos del General, ya que lo compró en Inglaterra en 1811 y lo utilizó para sus campañas de Argentina, Chile y Perú.
Por tal motivo, no es extraño que se lo mencione en manuales escolares o que aparezca dibujado por algún estudiante en una institución educativa, tal como lo encontró Yamila Sansoulet en el cuaderno que utilizaba su padre mientras era alumno de Sexto Grado de la Escuela N°1 de Bragado. Sin embargo, hay características que convierten a ese dibujo en un verdadero hallazgo y, aunque parezca sorprendente, podría ser una “punta de lanza” de algo que se gestó muchos años después y que involucró al sable real de San Martín: su secuestro.
UN DIBUJO ESPECIAL
La importancia del sable dibujado no radica en la calidad artística, sino fundamentalmente en quién fue su autor: Luis Enrique Waldemar Sansoulet. Por entonces era un niño bragadense de 12 años, quien evidentemente tenía consciencia del valor iconográfico que reviste el arma de San Martín, ya que también escribió la frase “libres o muertos, jamás esclavos”.
Se trata de un dibujo que fue realizado en 1951, momento en que primaba la exaltación de la figura del Libertador como herencia del Año Sanmartiniano. La frase tampoco fue casual, ya que el peronismo la entendía como una síntesis del pensamiento de San Martín, e incluso años después fue resaltada aún más por la Juventud Peronista y otros grupos afines.
Entonces, cabe la siguiente pregunta: ¿sabía Luis lo que haría 12 años después? Posiblemente no, pero es probable que ya fuera afianzando su interés por el valor simbólico del elemento histórico.
EL SABLE
Ampliamente conocido es su aspecto. Se compone de una empuñadora de madera de ébano, una vaina recubierta de cuero y bronce, y una extensa hoja de acero damasquino con una antigüedad de 100 años más que el resto del sable. Es considerada un arma muy efectiva debido a que tiene una gran capacidad de corte, y también porque deja en evidencia la sencillez que caracterizaba al Libertador debido a que no posee elementos de oro ni otros materiales costosos para la época.
El primer heredero fue Juan Manuel de Rosas de acuerdo a la voluntad manifestada por el propio San Martín, quien quiso dárselo “como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza que ha sostenido el honor de la República contra las injustas propetensiones de los Extranjeros que tratan de humillarla”. Luego pasó a manos de su hija Manuelita, quien posteriormente la donó al Museo Histórico Nacional.
EL SECUESTRO
Varias son las opiniones que pueden surgir en torno al robo que cometió el bragadense Luis Sansoulet y otros tres jóvenes. No obstante, ninguna debe omitir el contexto histórico en el que fue planeado, ya que allí radica el sentido fundamental de lo que hicieron: fue una estrategia política enmarcada en su militancia dentro de la Juventud Peronista y la lectura crítica que hacían de la realidad nacional. “El pueblo argentino no debe albergar ninguna preocupación: el corvo de San Martín será cuidado como si fuera el corazón de nuestras madres. Dios quiera que pronto podamos reintegrarlo a su merecido descanso”, habían manifestado en un comunicado.
El hecho ocurrió el 12 de agosto de 1963, un mes después de que el radical Arturo Illia fuese elegido presidente de la Nación, a espaldas de un justicialismo que aún estaba reacomodándose tras la proscripción sufrida desde 1955. Ante tal panorama, pensaron realizar un operativo de fuerte carga simbólica que pudiera reavivar la épica peronista, siendo el secuestro del sable la opción elegida, aunque también habían barajado otras: recuperar las banderas que capturó Francia en la Vuelta de Obligado o viajar hasta las Islas Malvinas para izar la bandera argentina.
“El sable glorioso que remontó los Andes para llevar su mensaje de libertad y fraternidad, y aquella espada volverá a ser el santo y seña de la liberación nacional. El sable del general San Martín quedará custodiado por la juventud argentina, representada por la Juventud Peronista, y juramos que no será arrancado de nuestras manos mientras los responsables directos o indirectos de esta vergüenza que nos circunda no resuelva anular los contratos petroleros, anular los convenios con los trusts eléctricos; decretar la libertad de todos los presos políticos, gremiales y Conintes, y dar al pueblo la libertad para pensar y ejercer su voluntad al amparo estricto de la ley“, decía el comunicado de los jóvenes.
La fecha elegida para el robo tampoco fue casual, ya que se trataba del Día de la Reconquista y faltaba poco tiempo para el aniversario del fallecimiento de San Martín. Se trató de una jornada en la que el Museo se encontraba cerrado, siendo el sereno (un hombre de 72 años) la persona que estaba encargada de custodiarlo, al igual que el sable. Los jóvenes se presentaron en el lugar simulando ser estudiantes tucumanos y entraron violentamente cuando el sujeto entreabrió la puerta. Lo amenazaron con un arma y lo ataron en una silla junto a otro acompañante que había en la institución.
Luis fue uno de los que se encargó de vigilarlos, les prometió que no les harían daño y aprovechó el tiempo para cortar el cable telefónico. Otros dos compañeros, por su parte, fueron a buscar el sable y colocaron volantes donde explicaban los argumentos de su accionar. Una vez cumplido el objetivo, se retiraron el Museo cerrando la puerta, con la llave del lado de afuera.
“Era una banda de pibes, no una organización, de hecho no sabían ni dónde meter el sable; y los milicos se lo tomaron como si hubiesen tocado a la madre”, explicó al respecto Yamilia Sansoulet, hija de Luis, quien remarcó que el hecho “ya prescribió”. Dijo que “esas cosas hay que pensarlas siempre en el contexto”, e indicó que “hoy sería inviable, imposible, una acción de esas”. También agregó: “me provoca ternura que hayan pensado que podían torcer cuestiones tan grandes con esos gestos”.
El robo generó gran conmoción en aquella sociedad de 1963, e incluso motivó la intervención de la Brigada de San Martín, la cual detuvo a dos de ellos (no a Luis) y los sometió a interrogatorios y torturas para que confesaran. Finalmente, el sable fue devuelto tras la intervención de un exmilitar que tenía vínculos con el peronismo, cosa que dio por frustrada la idea inicial de entregárselo a Juan Domingo Perón.
Vale destacar que no fue el único secuestro que tuvo como protagonista al sable. En 1965 ocurrió otro hecho similar, motivo por el que se dispuso trasladar el arma hasta el Regimiento de Granaderos para que se hiciese cargo de su cuidado. Allí continuó hasta el 2015, momento en que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ordenó su restitución al Museo Histórico Nacional, aunque mantuvo la custodia las 24hs por parte de los Granaderos.
LUIS ENRIQUE WALDEMAR SANSOULET
Independientemente del hecho que conecta al bragadense con el sable corvo de San Martín, su nombre ha quedado plasmado en la historia local debido a su lamentable final: es uno de los 7 desaparecidos de Bragado. Fue secuestrado el 13 de abril de 1976, apenas 20 días después del inicio de la última dictadura militar. “Cuando mi madre estuvo secuestrada, le preguntó a uno de los milicos dónde estaba y le respondió que no lo buscara más porque ya estaba muerto”, indicó su hija. También explicó que entregaron muestras de sangre para que los antropólogos pudieran cotejarlas con los restos hallados, aunque “nunca supimos dónde estuvo secuestrado ni encontramos su cuerpo”.
Según Yamila, “él militó en el peronismo de base y en las Fuerzas Armadas Peronistas, FAP”, y añadió: “toda mi familia eran militantes políticos, de hecho en el ´72 mi viejo cae preso, mi madre también, y nos tuvimos que ir a vivir a Chile, hasta que en el ´73 que ganó Cámpora y nos pudimos volver”. Contó que en Bragado había cursado sus estudios en la Escuela N°1 y el Colegio Nacional, mientras que en Buenos Aires cursó la carrera de Derecho en la UBA.
“Yo estoy muy orgullosa de la militancia de mis viejos, me han criado con valores que sostengo y transmito a mis hijos; valores que tienen que ver con la dignidad, la solidaridad y con el compromiso de saber que no estamos solos y solas. A pesar de la historia difícil que nos tocó vivir, estoy muy orgullosa de la entrega”, dijo.