Conocé cómo son por dentro y qué es lo que guardan dos de los símbolos patrimoniales más característicos de Bragado.
Por Leonel G. Avila
Desde siempre, han existido lugares intrigantes. Su rareza, inaccesibilidad o el estilo sacro, entre otros tantos motivos, suelen envolverlos en un halo de misterio que, lejos de ocasionarnos indiferencia, en general producen un mismo efecto: curiosidad. Es en dicho marco que bien podríamos asegurar que la ciudad de Bragado, más allá de ser relativamente pequeña, cuenta con un número considerable de estos espacios. Dos claros ejemplos son las torres de la parroquia Santa Rosa de Lima, ya que, pese a tener un aspecto exterior ampliamente conocido por todos nosotros, su interior es una verdadera incógnita. ¿Acaso alguna vez no se preguntó cómo serán por dentro?, ¿qué habrá?, ¿cómo será la campana?, ¿estará en buenas condiciones?, ¿cómo funcionará el reloj? Estas y otras tantas preguntas serán contestadas a continuación.
No caben dudas de que las torres de la parroquia Santa Rosa de Lima son unas de las construcciones más características de Bragado. Desde hace 123 años forman parte del Patrimonio Histórico de la ciudad junto al resto del edificio, inaugurado en 1879 sobre los restos de la primera capilla de 1858.
Al menos en su aspecto exterior, las torres concentran una belleza muy particular que va en sintonía con el estilo clásico de todo el edificio. No obstante, lo que se ve por dentro es muy diferente.
Para ingresar debemos acceder desde una puerta que se encuentra en el interior del Templo y subir una considerable cantidad de escalones. Hasta el primer piso no se trata de una tarea compleja, ya que desde hace algunos años se restauró la escalera de cemento y posee varios descansos. Las dificultades comienzan a registrarse en las etapas siguientes, ya que para seguir ascendiendo hay que utilizar una escalera de hierro muy angosta en forma de caracol, que vibra a medida que pisamos cada escalón. Así llegamos a otro piso que se encuentra por debajo de una campana, cuyas paredes de ladrillo están casi todas al descubierto porque se cayó el revoque de cemento que las revestía; hay varios cables que cruzan el lugar (aparentemente del sistema que hace funcionar al reloj y la campana) y también enormes vanos adintelados (huecos en la pared, con intradós horizontales) desde los que se aprecian hermosas vistas hacia distintos puntos de la ciudad, entre ellos la plaza 25 de Mayo.
Para seguir subiendo hay que tener mucho coraje. Se debe retomar la escalera de hierro en forma de caracol y pasar por al lado de la campana más grande, lo cual puede terminar en un gran susto si, imprevistamente, ésta comienza a sonar, generando una gran vibración en el lugar. Luego, con cierta dificultad, se debe pasar a otra escalera de hierro que está sujeta a la pared, donde la sensación de que terminaremos cayéndonos está siempre presente. Superado eso, llegamos hasta el piso donde se ubica el reloj eléctrico, arriba del cual hay otro espacio más alto para la campana chica.
¿Y la otra torre? Si bien tiene algunas similitudes, sus diferencias son notorias respecto de la primera ya que en el interior no hay absolutamente nada destacable. Además, para llegar a ella necesariamente se debe ingresar por la del reloj y luego caminar por encima del techo del Templo.
UN POCO DE HISTORIA
La decisión de construir las torres surgió en agosto de 1892 en el marco de distintas asambleas realizadas por un grupo de vecinos notables y la conformación de una “Comisión Popular” que determinó los requisitos que debían tener. También se encargó de recaudar el dinero necesario a partir de las donaciones recibidas por los fieles.
¿Cuándo iniciaron los trabajos? En octubre de ese mismo año, aunque se desconocen datos precisos sobre el momento de la finalización. Es probable que hayan concluido en el año 1893.
Inicialmente ambas torres eran exactamente iguales. El cambio se registró en 1909 cuando en una se incorporó el reloj, lo cual motivó el cerramiento de la mayor parte del vano que se encontraba en la parte superior. Desde entonces, ambas han permanecido casi intactas hasta la actualidad.
LAS CAMPANAS
Algunas de las cosas más llamativas que pueden observarse en el interior de la torre son las campanas. Sus tañidos son tan característicos que hasta nos parecen familiares. Si bien desde la calle ya no se escuchan con la misma intensidad que hace algunos años, el sonido se vuelve aturdidor cuando nos acercamos a ellas.
Una (la más chica) se encuentra en el lugar desde el 1° de enero de 1893, momento en que fue bendecida y colocada en lo más alto. Lleva el nombre de Santa Rosa fueron sus los padrinos Bautista Roqués (el donante) y la señora Dolores de Mignaquy.
Sobre la otra no hay demasiados datos, aunque se presume que fue colocada en el año 1900 de acuerdo a una inscripción en latín que tiene grabada. También dice “SANTAE FIDEI SANTITATE LEON XIII PAPA” (“Santa Fe. Su Santidad, Papa León XIII”) y en español “donación de Arnaldo Mignaquy”. Además, contiene imágenes de vírgenes y otra central que posiblemente representa a San Pablo. La campana es de bronce, tiene una altura de aproximadamente un metro y medio, y se encuentra en el segundo piso, amarrada a un sostén de madera que se mueve cuando tiene que sonar.
EL RELOJ
No caben dudas que el reloj de la parroquia Santa Rosa de Lima es otro de los grandes elementos que más la representan. Si bien en el exterior se observa de grandes dimensiones, en el interior sólo se trata de una pequeña máquina de 30 o 40 cm. apoyada sobre un viejo mueble de madera, y desde la cual se desprenden cuatro extensos fierros hacia cada uno de los laterales de la torre. Son lo que hacen mover las agujas que se observan desde afuera, coordinadamente a las horas y minutos que indican los distintos cuadrantes de hierro en números romanos.
En cuanto a la luz que ilumina el reloj por las noches, no son otra cosa que pequeños focos encendidos detrás de los grandes vidrios blancos que funcionan como fondo.
Hoy, el reloj funciona bajo un moderno sistema eléctrico que comenzó a utilizarse el 10 de junio de 2009 tras una donación de la Municipalidad de Bragado. Se trata de una máquina completamente distinta a la de origen francés que instaló Domingo Garri cien años antes, el 25 de mayo de 1909, por encargo de una Comisión que integraron José Barrera, José Ramón Ibarra y el Cura Párroco, Pbro. Bartolomé Caldentey. Como era habitual en aquella época, el costo inicial fue solventado con una colecta popular que se realizó para tal fin.
¿Qué pasó con el viejo reloj? El cuadrante se encuentra guardado dentro de la misma torre, a escasos metros del nuevo.
¿FIN DEL ENIGMA?
A través del presente artículo, hemos intentado ponerle fin al misterio que existe sobre el interior de las torres de la parroquia Santa Rosa de Lima. Muchos han sido los que históricamente se preguntaron cómo son por dentro, lo cual hoy queda al descubierto tras la visita realizada al lugar con la correspondiente autorización del Cura Párroco Horacio Lento. He aquí, entonces, otro pequeño aporte para que la comunidad continúe avanzando hacia un mejor conocimiento de sí misma.