Los hay de todas las épocas. Algunos permanecen imperceptibles, casi como huellas de lo que ya no volverá
Por Leonel G. Avila
La ciudad de Bragado, como tantas otras, es un lugar en constante mutación. La forma en que hoy se muestra es bastante diferente a la que se veía décadas atrás y mucho más aún respecto de lo que fue a principios del siglo XX o durante el XIX. Los cambios pueden pasar a lo largo de nuestra vida en forma llamativa o incluso casi imperceptibles, pero todos cobran mayor notoriedad si se los contempla después de muchos años. Para eso es muy útil mirar fotografías, ver documentos y observar diferencias en la arquitectura pasada respecto de la del presente, pero también en las calles hay otros elementos más escondidos, casi olvidados, que merecen ser tenidos en cuenta para ir un poco más allá… para conocer hábitos y costumbres que ya no existen, formas de organización típicas de los bragadenses de otros tiempos, etc.
En general, transitamos las calles sin mirar demasiado lo que contienen. Sólo observamos aquello que resulta más estridente y no solemos tomarnos el tiempo para ver lo pequeño o para pensar por qué cada cosa está en determinado lugar. El continuo transitar hace que terminemos acostumbrándonos y abandonemos el método antropológico de “extrañamiento” (no confundir con el verbo extrañar) que todos usamos cuando nos enfrentamos ante un lugar nuevo, ¿o acaso no prestamos más atención a lo que nos rodea cuando viajamos como turistas?
Las calles son espacios donde conviven lo viejo y lo nuevo, más allá de los esfuerzos de la sociedad por borrar el pasado en pos del “progreso”. No obstante, si prestamos atención veremos que aún es posible encontrar rastros del Bragado de antaño: algunos sobre cosas más cercanas en el tiempo pero ya olvidadas, e incluso otros más antiguos sobre cómo era la vida en épocas de nuestros padres, abuelos y/o bisabuelos.
ALGUNOS EJEMPLOS
Basta con caminar en el centro para comprobar que alguna vez las calles de Bragado tuvieron número, tal como ocurre hoy en ciudades como La Plata o 25 de Mayo. Se utilizaba como alternativa al nombre. Lo corroboran algunas placas que aún continúan colocadas en viejas edificaciones, como la que se encuentra en Rivadavia y Santa Rosa en el inmueble que ahora pertenece al supermercado “La Anónima”. Rivadavia, por ejemplo, era la número 17.
Otros grandes rastros son los que se encuentran cerca de ese lugar, concretamente en la plaza Eva Perón, muy próximos a la esquina de Pellegrini y Aguirre. Uno es la vieja casilla con teléfono para taxistas, típica de la década del ’30, la cual también estaba en la plaza 25 de Mayo hasta que fue retirada en 1998; afortunadamente esta no corrió la misma suerte y aún permanece en su lugar original. El otro es el teléfono público que yace en una de las paredes del histórico kiosco (hoy abandonado) de la plaza, el cual habla de los tiempos no muy lejanos en que los teléfonos celulares escaseaban y de cuando no todos contaban con un teléfono fijo; data de fines de la década del ’90 y principios del 2000.
La Estación del Ferrocarril, por su parte, es un lugar plagado de objetos que dan cuenta de sus orígenes como “Ferrocarril del Oeste” y de cómo fue construida a partir de muchísimos elementos traídos desde Inglaterra. Sin embargo, prestaremos atención en uno en particular, netamente argentino, que se encuentra a un costado de la puerta principal: el viejo buzón del Correo. Aunque a muchos hoy les resulte extraño, hubo momentos en que enviar una carta era moneda corriente.
Un rastro sin desperdicio es el que se encuentra en la esquina de Rivadavia y Quiroga. Se trata de una argolla para atar caballos, típica de principios del siglo XX, la cual nos recuerda que la movilidad a tracción a sangre alguna vez superó enormemente al número de automóviles que circulaban en el pueblo. Está en la vereda de la histórica farmacia “Santa Rosa”.
Las paradas de ómnibus también constituyen todo un símbolo. Las había en los accesos de la ciudad y también en los caminos “reales” a las distintas localidades del partido de Bragado. Hoy sólo pueden verse en pocos lugares, como por ejemplo sobre la calle Macaya (en cercanías al tanque de agua corriente) o muy próximo a la esquina de 12 de Octubre y el acceso Juan Domingo Perón.
Entre los últimos ejemplos que aquí queremos mencionar se encuentra la inscripción “Ford” que aún se mantiene borrosa, casi imperceptible, en lo alto del majestuoso inmueble de Pringles y Pellegrini. Remite a la década del ’20 cuando el empresario Nardi abrió allí una agencia de autos. También podemos citar las inscripciones “Sociedad Francesa” o “Società Amor Fraterno” en Pellegrini al 1300 y en Rivadavia al 1200, lugares donde funcionaron dichas instituciones durante fines del siglo XIX y principios del XX.
Frente a todo esto, resulta sumamente importante mantener este tipo de rastros del pasado, ya que a veces constituyen la única forma de preservar lo que ya no está. Es algo que no sólo lo valorará nuestra generación sino fundamentalmente las que vendrán.