La decisión del Ejecutivo de que la comisaría se quede sin detenidos deja en evidencia problemas de larga data y una historia local marcada por grandes períodos de desatención.
Por Leonel G. Avila
Poco tiempo atrás, una gacetilla de prensa enviada por la Municipalidad de Bragado puso en conocimiento a la comunidad de la decisión del intendente Vicente Gatica de que los detenidos que estaban alojados en la comisaría local sean trasladados a otros lugares y que sólo se utilicen los calabozos para casos transitorios. Justifica la medida el estado lamentable en el que se encuentran dichos espacios en nuestra ciudad y la imposibilidad de que cumplan la función para la cual fueron creados. La temática, si bien pareció no encontrar detractores (o por lo menos no se los vio públicamente), bien puede enmarcarse en el viejo dilema de la sociedad sobre qué hacer con los presos y con una historia local que durante largos momentos estuvo marcada por errores que pusieron en peligro a la población en general e incluso a los propios detenidos en particular.
“La cárcel actual no es ni a remotamente en condiciones es aceptable, pues es más bien un cuartel para la policía, que un sitio destinado a guardar encausados o condenados por delitos correccionales”, decía el 18 de agosto de 1887 el desaparecido periódico bragadanse “El Telégrafo”. Casi 129 años han pasado desde aquel olvidado artículo y el tema de los presos sigue dando que hablar. No obstante, existen algunas diferencias: en aquel momento lo que se buscaba era la existencia de una “cárcel cómoda e higiénica” (de hecho, ese era el título de la nota periodística mencionada), mientras que hoy el dilema subyace en la imposibilidad de que los detenidos se encuentren en celdas descuidadas y de fácil permeabilidad; además, el lugar cuestionado en aquel entonces era la propia “Casa Municipal” (antecesora al actual Palacio Municipal, donde no sólo operaba el poder Ejecutivo sino que, además, servía para alojar a los presos), en contraposición con el presente, en que el foco se posa sobre la comisaría local.
El tema sobre qué hacer con los presos ha sido motivo de discusión durante mucho tiempo, e incluso continúa siéndolo durante nuestros días. Hay quienes buscan que las comisarías y cárceles sean un lugar de encierro y castigo para quienes han atentado contra el sistema de vida en sociedad, prefiriendo que se encuentren en malas condiciones. Otros, en cambio, apelan a la intencionalidad que tiene o debería tener la Justicia argentina: que dichos lugares sirvan para “remediar” el daño que se ha hecho pero también un sitio para reinsertarse en la sociedad. “Bueno es castigar con severidad a los delincuentes; pero la Justicia humana no debe llegar nunca a emplearse con crueldad, encerrando a los desgraciados en prisiones mal sanas y estrechas, que obligan muchas veces a los jueces, a ser menos severos, por ser menos cautivos”, decía “El Telégrafo” en relación a la última postura.
La situación de los presos (pensando en aquellos que ya recibieron su condena), pone a la sociedad en un rol que quizás muchos no querrían tener, pero necesario a la vez. Tener que encerrar a alguien atenta contra el derecho de libertad no sólo todo humano sino de todo ser vivo. No obstante, también es cierto que hay quienes transforman la libertad en libertinaje y requieren de medidas concretas que frenen su accionar y busquen, en lo posible, generar cierta reflexión que impida su reincidencia, siendo el encarcelamiento la mejor solución que se encontró, por lo menos hasta el momento; contradictorio pero real. Frente a este panorama, lo que queda, entonces, es procurar que la prisión sea lo más justa posible, procurando que los delincuentes estén tras las rejas para evitar que constituyan un peligro para la comunidad, pero siempre en condiciones dignas que no atenten contra su integridad y que conduzcan a convertirlos en mejores personas.
Es sabido que ese ideal no siempre se cumple y en Bragado la historia se ha encargado de demostrarlo durante muchos momentos. Sin caer en lo que respecta al accionar policial, porque no es objeto de atención para el presente artículo, la nota de “El Telégrafo” deja en evidencia los problemas que ya se presentaban en 1887 frente a una “Casa Municipal” que no reunía las condiciones necesarias para alojar a los detenidos. “La Municipalidad debe ocuparse de ensanchar el departamento destinado para presos, dotándolos de celdas para detenidos incomunicados y de otras especies para mujeres y menores”, decía el citado periódico y agregaba: “dos puntos principales debe tener presente la Municipalidad para acceder a nuestra justa petición. – La Constitución que dispone terminantemente que las cárceles deben ser aseadas y relativamente cómodas y la nueva ley de Justicia de Paz, que reviste a los funcionarios judiciales de facultades correccionales, hasta poder infligir penas de unos años de cárcel”. La problemática no sólo no se solucionó inmediatamente sino que continuó agravándose hasta que en la década de 1930 se procedió a la inauguración de la actual comisaría local. Es decir, tuvieron que pasar 43 años para que se diera una respuesta concreta y real a la petición.
La construcción del edificio de la comisaría fue una verdadera solución que lograron el por entonces intendente Bernardo Elizondo y el diputado nacional Pedro R. Núñez para esa y otras tantas problemáticas. Imagínese: un lugar nuevo y especialmente pensado para la policía, significó durante décadas un positivo contraste respecto de los años en que los detenidos se encontraban alojados en un pequeño espacio de la “Casa Municipal”. No obstante, como todo inmueble, necesita un correcto y constante mantenimiento, sobre todo a medida que pasa el tiempo y en que el espacio comienza a volverse viejo. Eso es lo que posteriormente faltó y de lo que hoy sentimos las consecuencias.
La actual decisión del intendente Vicente Gatica pareciera constituir una razonable solución frente al peligro que atraviesa la comunidad por presos que podrían escaparse debido al lamentable estado de los calabozos. Más aún si lo pensamos en relación a los motines que se registraron tiempo atrás por detenidos de otros lugares que exigían su traslado para ver a familiares. Sin embargo, no se trata de una medida que pueda adoptarse de manera concluyente debido a que necesariamente Bragado debe contar con un espacio con calabozos en buen estado y seguros, ya sea para los presos como para tranquilidad del resto de la sociedad. No estaría bueno que la comisaría deje de cumplir definitivamente las funciones para la cual fue pensada porque llevaría a pensar que la intención de las autoridades es esquivar el problema y no afrontarlo. Por lo pronto, será cuestión de esperar y ver cómo continúa la situación…